Coordinadora del Centro Quirúrgico del Hospital Regional de Ica, Perú
a
Magíster en Salud Pública,
b
Editor Asociado de la Revista Enfermería a la Vanguardia Ica, Perú.
El tema relacionado con la ética en tiempos de crisis, tiene una relación con la razón y la fe, la
búsqueda de la verdad, la libertad y del bien, y porque hay un renovado interés de la sociedad y del
Estado por la persona humana y su desarrollo (1).
Comencemos por el principio. ¿Qué es una crisis? Es una situación de cambio existencial para una
persona o una institución, puede ser bien una crisis de desarrollo o crisis de conocimiento, o por el
contrario, puede tratarse de una crisis negativa que puede llevar a la destrucción de quienes la
soportan (1). La ética no se alcanza con recetas sino formando conciencia a través de sólidos
fundamentos con criterios morales en un medio donde los valores ya no son humanistas y la
confusión sobre la naturaleza de los valores espirituales resulta preocupante.
Resulta indudable que el Perú, al igual que muchos países del mundo entero, viene atravesando un
período de crisis moral con ciertos indicadores que nos mueven a una honda reflexión y
preocupación, es el Incremento de la violencia, de la corrupción, del narcotráfico y el chantaje. La
violencia, es verdad, no es de ahora, ha sido de siempre, así como la existencia y proliferación del
odio, la envidia y la venganza (1). Hay una crisis de valores que se extiende en todo el mundo. Se
necesita volver a la ética. La ética humanista se alcanza formando conciencia a través de sólidos
principios y criterios morales en un medio donde la ignorancia sobre los valores es grave, o cuando
estos han sido trastocados por otros de signo material (1).
La violencia en el Perú, como muchos otros países, atraviesa una grave crisis de valores morales,
pues estos han sido trastocados por otros de signo material, estimados en términos de utilidad,
conveniencia o provecho personal; ni siquiera los derechos humanos prevalentes han sido un
obstáculo para ello, esto está abarcando un más allá olas de feminicidio tanto en el género
masculino y femenino su crecimiento ya es exponencial.
“Se hace imperativo, por ello, revalorar esos derechos, ya que constituyen exigencias
indispensables de la dignidad humana. Se hace necesario, igualmente, tener en cuenta que el
crecimiento económico es fundamental pero no basta; es menester, además, el crecimiento ético
de las personas y el fortalecimiento de las instituciones en este ámbito, pues, de otro modo, no
tendrá sentido afirmar que la persona humana es un fin en sí misma “ (1).
La realidad de nuestro medio, punto de partida para el inicio del proceso de conocimiento, nos
descubre precisamente un ambiente enrarecido por el fenómeno de la corrupción en todas sus
formas, abiertas o solapadas, que corroe y destruye al hombre, a la familia y a la sociedad,
trayendo como resultado el malestar que el mundo soporta. No sería correcto afirmar que el
problema es de hoy. Quizás ahora lo percibimos con mayor claridad, pero siempre ha existido,
aunque ahora es más fácil descubrirlo por los avances de la ciencia, la tecnología y los medios de
comunicación y difusión (1).